Caminé sin cesar, hasta que desde lejos, comencé a divisar el paisaje.
Era perfecto... los colores del sol y del cielo se conjugaban entre sí, transformándose en una obra de arte.
Nada faltaba, me encontraba yo, ella, y mi cuaderno que en estos tiempos se ha transformado en mi fiel compañero.
Sentí que era el momento justo... uno más de los que yo buscaba estar en soledad, para contarle a ella lo que me estaba pasando, y lo que estaba viviendo.
Ella siempre está dispuesta a entenderme, y leer junto a mi, lo que muchas veces suelo escribir en mi querido cuaderno, que algunos, lo llaman "El diario de Yelomé".
Nos sentamos a las orillas del río... ambas en silencio, demostrando la necesidad de contemplar la obra de arte que el creador había colocado ante sus pupilas.
Por largo rato, solo se escuchaba el dulce cantar de un ruiseñor que estaba descansando en la cúspide de un bello pino.
Pasado tiempo, sentí que debía comenzar, para no alargar el encuentro, ya que Mamá me había dicho que llegué temprano.
Comencé por mis miedos... mis temores. Le conté que hacía tiempo que me costaba conciliar el sueño, ya que noche tras noche me sorprende una nueva imagen o sombra, que suele perturbarme.
Si... veo cosas. Sombras de mi pasado, imágenes de lagrimas derramadas hace tiempo ya... más bien, la descripción justa es "dejavu" pero, como una película que pasa sobre mis ojos.
También le conté de mi felicidad. Por placer le conté que estaba aprendiendo a amar, y a permitirme sentir cosas que antes me las negaba por prejuicios del que dirán.
Enamorada vivo, y solo eso, es lo que hoy me sostiene.
Resumí actualidad en aproximadamente dos horas.
Ella solo estuvo en silencio, escuchando con atención cada uno de mis sentir, de mis acciones, y de las acciones de mi entorno... no dijo nada, ninguna palabra.
Me alegré. Sentí que alguien en este mundo logra comprender mi vida, y la felicidad que me puede traer el simple hecho de que alguien me escuche.
Ella también se sintió feliz, porqué vio que es de gran utilidad su filosofía de vida.
Ambas contentas, decidimos terminar con la charla.
Ella me abrazó, y yo la abracé.
Como quién se abraza a sí mismo, acobijando su alma dulcemente.
Ambas sabíamos que nos hacía falta esa charla...
Y claro... ¿A quién no le hace falta encontrarse con si mismo?.

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