"Yo puedo sólo..."

-"Yo puedo sólo", afirmó el joven... su idea era emprender un viaje por un sendero donde el sabio le había aconsejado que precisaría un faro para alumbrar el camino, y así evitar determinados inconvenientes que podían llegar a sucederle. 
Terco, y orgulloso; tomó una toalla, una muda de ropa, y la envolvió en un lienzo blanco atada a una pequeña rama. -"Yo puedo sólo..." volvió a afirmar a si mismo, remarcando la convicción de seguridad que tenía sobre sí mismo, y pasando por alto los consejos que aquel sabio anciano le había dado.
El objetivo de su viaje era llegar hasta la cima de una montaña que se encontraba al lado de un bello río. "Paradisíaco", solían describir en su pueblo a aquel lugar... pero todos los que pasaron por allí, sabían de las precauciones que debían tomar para lograr llegar hasta aquel lugar. -"Yo puedo sólo", volvió a pronunciar su frase, para que no le quede ni una pequeña duda de que sólo lograría cumplir con su deseo de sentarse sobre un árbol y observar la tranquilidad de aquel río.
Iba a ser el primer hombre en lograr llegar sin tomar medidas previas para lograr encontrarlo. Su orgullo y seguridad escondían detrás un gran temor a defraudarse a sí mismo.
Comenzó la extensa caminata, y el primer obstáculo fue tropezar con un pequeño tronco y caer sobre un colchón de

rosas con un centenar de espinas; que lentamente se clavaron sobre su pecho, y manos. Pero... ¿con qué elemento iba a quitárselas?, sí su equipaje tan sólo era una toalla, y una muda de ropa.
Lentamente, se deslizó hacía un árbol que se encontraba sobre la derecha de su ruta, y nuevamente afirmó -"Yo puedo sólo"; mientras lleno de dolor, y con sus ojos que desbordaban sufrimiento, iba como podía quitándose algunas espinas de su cuerpo. El ocaso lo encontró allí, sobre aquel árbol... y a lo lejos, comenzó a vislumbrar que un hombre de canas y barba muy blanca, se iba acercando hacía Él.
-"Joven ¿precisa algo?, ¿que le ocurre?"
--"Tropecé con ese tronco, y me clavé un montón de espinas... sólo eso"
-"¿Hacía donde va?"
--"Hacia aquella montaña..."
-"¿No le han dicho lo peligroso que es este sendero?"
--"Sí... pero yo puedo sólo" (afirmó con un tonó pedante, que sólo vislumbraba dolor)
Se sentó el hombre, y comenzó a sacarle una por una las espinas, y preparó con una botella de agua que llevaba entre sus cosas, unas hierbas para sanarle el dolor.
-"Usted siga creyendo que puede sólo... Pero cuando llegue a la montaña, se acordará de este viejo, que se sentó a su lado, para curarle su dolor" (afirmó, se dio la vuelta, y continuó su viaje)
--"Yo puedo sólo... ¿acaso no lo ha entendido?" exclamó el joven, pero ya el hombre se encontraba lejos para continuar escuchando como destilaba su orgullo.
El cansancio lo venció, y se durmió recostado sobre el árbol y cubriendo sus pies con la pequeña toalla que había llevado. El primer rayo de sol lo despertó, y a los apurones se acomodó para continuar viaje.
El paso cada vez se iba convirtiendo en más lento, y el sol impedía que tome fuerzas para continuar. Paró al lado de un pequeño charco, que tenía un poco de agua... y se inclinó a beberla para saciar su sed.
Ese bosque, era donde habitaban la mayoría de los ancianos del pueblo... y por casualidad, o destino, en cada estación Él se iba encontrando con uno de ellos. Así fue que detrás de un sauce, a lo lejos ve salir a un anciano pequeño, con dificultades al caminar; con una barba larga y blanca del mismo color que las nubes. Cerca de ese sauce, se encontraba la casa de aquel anciano; un lugar pequeño, pero con olor a hogar.
-"Ven... te daré de beber, y un plato de comida"
--"Yo puedo sólo" su orgullo afloraba en su piel, aún encontrándose en una condición deplorable.
-"Si pudieras sólo, no estarías aquí..."
Y fue más grande su necesidad, que su orgullo. Arrastrándose, y Él anciano con sus pasos lentos; lograron llegar a aquel pequeño hogar, donde le preparó el pobre viejo un plato de comida caliente, y una taza de mate cocido.
-"¿Qué es lo que puedes sólo?" preguntó el Anciano, a aquel joven testarudo.
--"Lograr mi objetivo, de llegar a mi lugar soñado"
Y allí comenzó a contarle detalle, por detalle al sabio anciano que con paciencia lo escuchaba; cada momento que vivió en el pequeño trayecto que había logrado transitar "sólo".
El anciano, se tomó su tiempo para responderla... y el joven, a pesar de su necedad; abrió grande sus oídos y con atención escuchó aquellas palabras.
-"Te diré algo... el camino de la vida es más largo del que tú te puedes imaginar. Te encontrarás obstáculos, espinas, sabia, rosas, muros, laberintos... en fin, dificultades y satisfacciones. Pero... ¿sabes donde está el secreto para sortear esos obstáculos?"
--"No... no lo sé" titubeando respondió el joven.
-"El secreto está en escuchar a aquellos que lo caminaron antes que tú... "
Así fue, que aquel joven entendió que no iba a poder sólo; que siempre en la vida iba a precisar de tener aquellos faros que le indiquen el camino a seguir; y algunas columnas para sostener su andar.
 

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